Lo cierto es que tampoco me hace falta mucho tiempo de recuperación con ella, porque me pone cachondo ipso facto. No sólo está el sabor a regaliz rosa de su coño, sin ir más lejos están también sus tetitas, que huelen a leyenda de vírgenes vestales. Me puedo embriagar con ese olor que emana de sus pequeños pechos como si tomase absenta. Y toda su piel: no puedo parar de tocarla.
De hecho, la última vez que nos revolcamos y fornicamos en la cama de matrimonio de sus padres sucedió todo esto.
Me la tiré a cuatro patas después de un larguísimo polvo multipostural, que de tanto aguantar el no-eyacular al final se me bajó, sobre todo también porque ella abusó de la postura-tijera. Pues en breve, a la segunda embestida, cuando cogía sus cabellos como si fueran riendas, entre que la castigaba desde atrás, yo de rodillas pegado a su culo como una lapa, mi pelvis estallando una y otra vez contra sus bamboleantes nalgas, sus glúteos de parafina, y sonaba chof chof chof chof, y mis neuronas se encabritaban y se subían a un cohete imparable a cada chof chof chof chof, con lo cual vi en seguida que iba a tardar un suspiro en eyacular y ésta vez no lo retuve. Me corrí tan agusto y egoístamente. Ella se quedó cachondona perdida, como un grifo que se ha atascado y no cierra el manantial a borbotones de su líbido. Ella quería seguir a toda costa y empezó a hacerme cosquillas, retorcerme la cola desesperadamente, a lamerme la oreja como si fuera de mermelada, a masticarme los hombros con dientes de alocada sierra... a joder la marrana, en definitiva.
De hecho, la última vez que nos revolcamos y fornicamos en la cama de matrimonio de sus padres sucedió todo esto.
Me la tiré a cuatro patas después de un larguísimo polvo multipostural, que de tanto aguantar el no-eyacular al final se me bajó, sobre todo también porque ella abusó de la postura-tijera. Pues en breve, a la segunda embestida, cuando cogía sus cabellos como si fueran riendas, entre que la castigaba desde atrás, yo de rodillas pegado a su culo como una lapa, mi pelvis estallando una y otra vez contra sus bamboleantes nalgas, sus glúteos de parafina, y sonaba chof chof chof chof, y mis neuronas se encabritaban y se subían a un cohete imparable a cada chof chof chof chof, con lo cual vi en seguida que iba a tardar un suspiro en eyacular y ésta vez no lo retuve. Me corrí tan agusto y egoístamente. Ella se quedó cachondona perdida, como un grifo que se ha atascado y no cierra el manantial a borbotones de su líbido. Ella quería seguir a toda costa y empezó a hacerme cosquillas, retorcerme la cola desesperadamente, a lamerme la oreja como si fuera de mermelada, a masticarme los hombros con dientes de alocada sierra... a joder la marrana, en definitiva.
► Pincha aquí para adquirir Penetraciones
Si tienes alguna duda o quieres comentarnos algo hazlo aquí
0 comentarios:
Publicar un comentario